¡Sufro de violencia, me la merezco!

¡Sufro de violencia, me la merezco!

11 diciembre, 2020 Arte y Cultura Artículos sobre investigación científica Marco Conceptual 0

La violencia es un tema de nunca acabar, pareciera que con el paso de los años, en lugar de disminuir, avanza a pasos acelerados.  Los medios masivos, nos muestran cada caso, que las personas, hasta cierto punto se están volviendo insensibles ante el dolor ajeno.  La violencia física, se ve «tan natural» que no se le da mayor importancia.  Sin embargo, esto siempre se ha dado en la sociedad, pero no se hacía del conocimiento familiar, social y menos a través de los medios de comunicación; siempre hay algunas excepciones.  

Al respecto, es importante recalcar que la violencia no es solo física.  Aquella donde te golpean, hacen lo que quieran con tu cuerpo.   El tiempo se encarga de curar las heridas y las cicatrices, solo son un «recuerdo» de ese momento.  Es importante recalcar que la violencia no solo es física, sino está la psicológica, la monetaria, sexual, cultural, emocional.     En los siglos anteriores, esto no solo era un tema tabú, sino que se guardaba como «secreto de familia», porque ¿qué dirá la sociedad?.    Esto un problema que no solo afecta a mujeres sino también a hombres; quienes callan todavía en el siglo XXI, simplemente por son hombres; en lugar de hacerse respetar y valorar como seres humanos que son.

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Por lo anterior, en esta ocasión, quiero contarles a grosso modo una historia real que leí hace algunos meses, para esto utilizaré nombre ficticios.  Luego de leer la historia, conversé con la autora del libro y, ella hasta ese momento no tenía respuestas de su comportamiento y por qué no reaccionó a tiempo.  La narración dice así.  «Isabel» era una joven hermosa, quien soñaba casarse con  un hombre atento, detallista, trabajador, amoroso, protector, cariñoso, con buena posición social y ante todo guapo.    El tiempo se encargó de que Isabel y Joaquín se conocieran, no pasó mucho el tiempo y ella le vio, una y mil cualidades.  Realmente, era más de lo que ella esperaba y no podía pasar un día más sin él.  Joaquín, era ese hombre galán, educado, aquel que solo en las  películas de Disney se ve.   Regresando al tema, se casaron y ¡fueron felices por siempre!.    No.   La historia real, recién comenzaba.

A los primeros días de casados, esa rosa, comenzó a tener espinas y cada espina era más grande que la anterior.  Isabel, como estaba «enamorada», no le importaba que su amado esposo, le golpeara, le tirara la comida en la cara, la aventaba, pateaba «suavemente»; para que ella se esmerara más en las cosas de la casa y por supuesto en él.   Isabel, aceptaba todo por amor…aceptaba golpes físicos, violencia psicológica y emocional.   Joaquín, cada vez más violento le de gritaba «¡No servís para nada!, ¡No sé, porqué me casé contigo!, ¡Mira que gorda estás!, ¡Cuando ibas a trabajar te arreglabas, ahora, no servís para nada!, ¡No sé qué haces con el dinero, porque la comida que me das, ni me gusta!.   Isabel, se esmeraba día tras día.   Ella estaba consciente que Joaquín gastaba en sus «necesidades superflúas», compraba regalos a sus «amigas», «bebía socialmente» y su vida era peor que de soltero.

 

Isabel, sumisa, callada, aguantaba todo.  Un día le contó a su mamá lo que estaba pasando y le dijo, ¡Así son los hombres!, ¿no te recordás que tu papá era así?.   Seguramente, Joaquín te ama y saber qué cosas haces para que te pegue, no le pongas atención, hácele la comida que le guste…  Por cierto, ¿Cuándo me vas hacer abuela, ya llevan meses de casados o será que no podes?

 

Una noche, luego de sus fiestas, Joaquín llegó demasiado ansioso y con muchos deseos de tener relaciones sexuales con Isabel.   Ella se negó, porque las veces que lo hacía, lo sentía como una violación.  Él con deseos cada más «raros» y, como se creía dueño de su esposa, satisfacía todos sus deseos.   Llegó hasta amarrarla e introducirle objetos a la fuerza y dejarla sangrar y doblarse de dolor.  Esto a él no le importaba.   Joaquín le decía  «Yo soy el señor y dueño de esta casa y hago lo que me de la gana».    Esas palabras, le hicieron recordar a su padre, mientras Isabel lloraba en un rincón de la habitación.   ¿Cuál fue el final de Isabel?  Te dejo la inquietud, por el momento. 

 

Te estarás preguntando ¿esta historia qué tiene que ver con un trabajo de investigación científica?.   ¿Cómo determinarías el verdadero problema en el caso de Isabel?

 

Isabel definitivamente había aprendido de sus padres el «no poder límites de ninguna forma y ninguna persona». Ella violentó su propia vida, permitiéndose perder sus «valores, su autoestima, su ser».  Dejó que su mismo padre violentase su vida desde niña. 

 

En la determinación del problema, lo primero que debemos hacer es tener una definición, es decir, describir el problema observado (el verdadero, no el «supuesto o una causa del mismo).  Hay que ver más allá de lo «pensamos o vemos».   Posiblemente «perdió toda su confianza» y eso la hizo vulnerable a que la trataran, le dijeran, le hicieran todo lo que ella «supuestamente» se merecía.

 

Luego de determinar el verdadero problema, debes hacer el PLANTEAMIENTO.  Después de conceptualizarlo, debes formular la pregunta de investigación.

 

Recuerda, que este es el punto tres del Marco Conceptual.  El primero fueron los Antecedentes del Problema y la Justificación, como segundo inciso.

Para no dejarte con la duda, Isabel, ya es una persona de la tercera edad, quién se cambió de nombre, gracias a una persona tuvo el coraje de dejarlo.  Ahora, vive feliz y no se permite que nadie pase por sus derechos.  

 

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¿Fácil o difícil?

Imagen tomada de http://centinela66.com/2007/07/29/sepa-defenderse-de-la-agresion-psicologica/

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