Evocación

Evocación

15 enero, 2020 Arte y Cultura Escritos varios 0

No recuerdo con exactitud el día de la segunda quincena de febrero de 2016, en el cual fui al Museo de la Universidad de San Carlos de Guatemala, allá en la zona 1 y, mostraban al público en general hermosas fotografías sobre flores y maternidad.

Ingresé al claustro, donde la fuente que está en el centro del patio, tenía un bello arreglo floral. Indudablemente una actividad especial, se había realizado ese mismo día por la mañana o un día anterior.

Al doblar por el pasillo del lado derecho, visualicé el afiche de la actividad, y la primera fotografía. En cada uno de los lienzos de madera, se encontraban pegadas tres o cuatro imágenes de diferentes artistas. Sin embargo, no fueron las fotografías lo captó mi atención, sino era un hombre de la tercera edad, con cabello blanco, bien recortado, un camisa y pantalón bien planchado, zapatos suaves de suela de goma, una chumpa un poco abrigada de color beige, quién estaba parado frente a una fotografía en especial.

Lo observé por varios minutos, y él ensimismado. Pudo más mi curiosidad y me acerqué. – Buenos días. Le dije para romper el hielo. El señor, volvió a ver y respondió a mi saludo.

-¿Qué le parecen las fotografías?, pregunté.
-Muy bonitas todas, realmente es un arte esto de la fotografía. Cada quien tiene un punto de vista diferente.

Ya iniciada la conversación, proseguí:
-¿Qué fotografía, le ha gustado más?
-Para serle sincero, me gustaron tres, no porque las otras no estén hermosas, sino porque me hicieron regresar el tiempo.

-¿De verdad? respondí. -Sí, me dijo el señor. Vea esta fotografía. -¿Sabe como se llama? me pregunto y me vio a los ojos. -¿Lirio? Con total calma, me respondió. Usted, en parte tiene razón y la mayoría de personas así la conocen. Esa flor, que ve acá, “mi madre, le llamaba Eucaristía”.

En ese momento, su voz cambió, sus ojos le transportaron muchos, muchos atrás. Esa simple evocación “Mi madre, le llamaba Eucaristía”, fue un momento sublime. Aquel que regresa a una casa, con su madre cuidando y regando su jardín. Esos momentos, de amor incondicional donde solo reina la paz y la tranquilidad.

Unos instantes después, suspiró profundo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y, una rodó por su mejilla de piel arrugada por los años. No se inmutó. Abrió su corazón… quizás necesitaba sacarlo de su corazón.

¿Sabe, me dijo? Mi madre, murió cuando yo era muy joven. ¡Cuanto la amaba! Aunque era una mujer seria, muy estricta conmigo… cuidada de sus flores, con aquel cariño. Hasta el día de muerte, ella le levantaba con esfuerzo para hablarle a sus “eucaristías”, ¡realmente, era una mujer hermosa!. Sus flores, le conocían, floreaban con sus cuidados. Esta fotografía, -señorita- me dijo, no solo desenterró mis recuerdos, si no me hizo recordar encantadores momentos al lado de mi madre. -El hombre calló.

Si una simple fotografía, puede evocar esos increíbles momentos, retroceder el tiempo, revivir ese tiempo que compartimos con otros. ¿Te imaginas cuántas fotografías llevamos en nuestro interior? ¿Qué imágenes te gustaría compartir con los demás? Seguramente, nuestro archivo “interior” fotografía, está repletos de “fotografías muy buenas”, otras movidas, desenfocadas…. pero son nuestras.

Te pregunto ¿si pudieras imprimir tu mejor fotografía interior, cuál sería y por qué?

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